Así se han desquitado todos los dirigentes europeos cuando ocurrió el desastre de Fukushima. La verdad es que esta iniciativa es más propia de ciertos personajes folclóricos “que lo sepa todo el mundo”, “que lo sepa toda España”, en fin, en cierto modo los políticos no dejan de ser eso, personajes folclóricos, aunque, y más con los tiempos que corren, deberían de dejar de serlo.
Analicemos lo ocurrido, un terremoto descomunal seguido de un tsunami de proporciones bíblicas. En fin un desastre total, nadie ni nada está preparado para eso, aunque ahora salgan expertos en los medios de comunicación con mapas sísmicos, pues nada, un nuevo Aquila en Lorca, Murcia, y los expertos pues dale que dale, que hay una falla, que choca con la otra y tal, al final, más de lo mismo, que no se podía hacer nada, aunque los presentadores de los noticieros y políticos se dediquen a preguntarse, “¿Se podía haber evitado?”, les respondo yo, no. Volviendo al asunto de las centrales nucleares, el problema ha sido, una vez más, político. Honestamente desconozco el sector energético nipón, si bien en Europa (con la excepción de los vecinos Franceses y sus empresas energéticas públicas, sustentadas en Directivas Europeas redactadas a medida), no se han hecho los deberes, mucho menos en España. Tenemos un Consejo de Seguridad Nuclear cuyas funciones se limitan a auditar el estado de las centrales tal y como se construyeron, hace mucho por cierto, que se lo digan a los de Garoña. Ahora bien, en un mundo perfecto, debería de existir un organismo que se dedicase a la tecnología energética en materia nuclear, al I+D+i en este sector. Existen los profesionales, pero falta visión y desarrollo institucional. Fukushima puede que fuera inevitable (¿o no?), pero la lectura no debe ser “no a la nuclear”, otro eslogan basado en la sinrazón y negación de la realidad que quedará para la posteridad y se convertirá en una arenga religiosa más que en una afirmación sensata. Es más complicado, pero también constructivo, el analizar las situaciones sin vincularse personalmente, evidentemente hay un drama humano y medioambiental detrás. Sin querer poner la solución, el que el reactor en cuestión fuese de tecnología BWR (boiling water reactor, reactor de agua en ebullición en sus siglas en inglés) en vez de un PWR (presurized water reactor, reactor de agua a presión) es el comienzo del debate que se debería establecer, es decir, establecer instituciones con voz más allá de las aulas, que propongan mejoras técnicas, y para eso se necesitan medios institucionales y económicos, que lamentablemente, ahora no existen. Al igual que con la industria de la aviación, de cada accidente se encuentran, bajo un escrupuloso análisis, mejoras en la seguridad, pero en este caso las compañías están incentivadas a hacerlo, no así en el caso de la energía nuclear que llegó a una vía muerta hace ya casi 20 años y que se ha convertido en una tecnología “muerta”, donde las centrales existentes, por imperativo legal, no lógico, son zombies que generan electricidad y cuyo único futuro es el desmantelamiento (incluso pagamos su “funeral” en el recibo de la electricidad todos los usuarios).
¿Que pasaría si todo el esfuerzo económico-regulatorio realizado para la promoción de renovables se hubiera dedicado a la optimización de la generación convencional?